Octubre en Guayana nos ofrece cosecha de tamarindos. Un fruto exótico importado de Asia que hizo de Guayana su casa. Es marrón por fuera y por dentro, de forma alargada, su cuerpo se divide en secciones bien definidas que contienen una pepa negra cada una. Si el pisano Fibonacci no miente el número de sus pepas debería seguir la Ley del matemático de la República Marinara. El tamarindo es ácido, pero se puede hacer una pasta o dulce que es único en el mundo por su sabrosura. Inclusive existe quien hace licor de tamarindo. Es interesante notar que su nombre se debe a los intrépidos moradores de las arenas arábigas, quienes en su afán por esparcir el mensaje de Mahoma llegan hasta el valle del río Indo, es decir la India, hoy Bharat. Allí encontrarán este extraño fruto que no saben como nombrar. Está claro que los árabes no vivían en un paraíso vegetal que lo enmarcan todo. El desierto es más bien estéril y ahí no hay muchos frutos. Pero el desierto está salpicado de milagrosos oasis donde se encuentran las plantas que dan base a la dieta nómada: el dátil. Los árabes llamaban al valioso dátil con el nombre de támar, y lo comían a todo hora. Una vez en la India, y al encontrar este fruto que les recordaba sus vivencias paradisíacas
en el oasis del desierto, decidieron que este fruto no podía ser otro que el dátil de la India, es decir tamar indi o simplemente tamarindo. Lo cierto es que desde el desierto arábigo al río Indo, el nombre tamarindo desembarca en la selvática Guayana, donde se siembra, crece y la gente lo come o lo bebe. ¡Qué rica es Guayana! por eso es que en su escudo hispánico desde 1795 dice "Haud ulli spectaberis impar dives opum variarum" (No encontrarás otra de más variada riqueza).
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